11 de septiembre de 2010

Deconstrucción

De pequeña, recuerdo que mi madre deshacía los jerseys que nos había hecho para aprovechar la lana. Me hacía colocar una mano frente a la otra mientras enrollaba el hilo ordenándolo en sesiones aburridísimas de vueltas infinitas que conformarían una nueva madeja para tejer otra cosa. Yo disfrutaba deshaciendo los puntos. Tirabas de la hebra e iban quedando anillitas libres esperando ser desatadas en la próxima pasada. Pero a menudo no es tan fácil, o al menos encontrar por dónde empezar.

Para aprender primero hay que desaprender. Desaprender a pensar, a comportarse, a actuar de una determinada forma. Deshacer para volver a hacer. Y esto es lo más difícil. Cuando somos ciegos, cuando seguimos unos patrones que nos son transparentes, parece imposible que el mundo sea de otra forma que como lo vemos ahora. Cuando somos ciegos, somos como un jersey que hay que deshacer porque se nos ha quedado pequeño.

Mientras avanzamos en el camino de la vida, a menudo hay que deshacer parte del camino andado. Hoy asistimos a escenarios en que las organizaciones se recomponen, los negocios se rediseñan, y las personas repiensan sus roles de vida. Ventas, cierres, fusiones, despidos... El mundo entero que conocemos está en deconstrucción para aprender una nueva forma de vivir. El recorrido de vuelta cuesta porque, a no ser que lo hayamos transitado a consciencia en la ida, no recordamos por todos los lugares por dónde hemos pasado ni qué nos hizo escoger uno u otro atajo.

No se trata de deshacer el modelo para construir uno igual. Se trata de reinventarlo, dejando que nuevos esquemas sirvan para construir algo diferente. Pero desde el punto de partida, el paisaje toma otra perspectiva y pueden aparecer nuevos caminos que de otra manera no hubiéramos visto para volver a caminar. Desde allí estamos preparados para liberarnos de lo aprendido y dejar espacio para aprender. Sin viejas creencias. Sin ideas preconcebidas. Con la inocencia de un niño. Con la humildad del aprendiz. Declarándonos áprendices de la vida. Es entonces cuando hemos muerto en los viejos hábitos y empezamos a nacer con los nuevos. El lienzo está en blanco, dispuesto a ser pintado de nuevo. Es tan emocionante! En la convicción que esto va a ocurrir, estoy trabajando en esta dirección.

Hoy, con la brisa fresca de la noche, aunque aún quede algo de verano por delante,  miro las hojas de los árboles que pronto empezarán a caer. Y pienso que voy a dejarme acompañar por el otoño, el ejemplo más típico de deconstrucción. Después, el letargo hivernal hará conservar la energía, el trabajo hecho, para que nuevas ramas se desarrollen y una nueva copa de una forma que aún desconozco, vuelva a verdear aún más intensamente si cabe.




Post de: Eulàlia

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