6 de diciembre de 2010

Amor

Arduo otoño, y sin escribir. Antes de que lleguen las navidades, con las luces de las calles ya encendidas brillando en el frío helado de la noche, y las tiendas de figuritas de pesebre y adornos paradas en la plaza principal de mi ciudad, la Fira de Santa Llucia en la Plaça Vella, me apetece escribir sobre el amor. Y no sobre el amor romántico, cuyas palabras evocan momentos sublimes que se evaporan en el tiempo. Me apetece escribir sobre un amor superior. Dice Humberto Maturana que amor es el dominio de las conductas en las que el otr@ surge como un legítimo otr@ en convivencia con un@ mismo.

Ver imagen en tamaño completoHace unos días comparaba con una buena amiga esta definición con las que aparecen en el diccionario de la real academia española. No vale la pena repetirlas aquí. Concluíamos que así nos va la vida, con semejantes conceptos introducidos en nuestro chip/mente ya sea a través del diccionario, nuestro entorno o las películas que nos tragábamos a edades en que un@ no puede discernir las enormes diferencias en vivir sus días según estos parámetros u otros.

Maturana pone un pequeño ejemplo en una charla que visioné hace tiempo, sobre el concepto de amor del modo más simple. Si paseando por el campo con un amigo vemos una araña en el camino y nos apartamos, dejándola pasar, es que la reconocemos como ser vivo, y nuestro amigo que nos ve, nos puede decir de esta acción “Ah! Te gustan las arañas”; porque hay en ella una cierta forma de amor. En cambio si uno al ver la araña, la pisa para matarla, cuan diferente será la observación.

Veo en todo lo que respeto a mi alrededor, personas, animales o cosas, un reconocimiento legítimo que al tomar conciencia de que es amor, hace que me sienta más a gusto, feliz, y en paz. También, al reconocer y amar de esta manera mi cuerpo, mi alma y mi mente, el amor propio cobra una nueva dimensión, más plena. Es con este nuevo amor para mi, que amo.

En estos tiempos de turbulencias, en que vivimos con miedo por nuestros trabajos y nuestro futuro, en medio de tensiones, presiones y estrés, en que vemos como el mundo que conocíamos ya no volverá, es fácil caer en la desesperanza. Pero este sentimiento no nos conduce a nada. Hace falta tomar conciencia y actuar para salir de ella, simplemente porque no hay otra. Entonces, es un buen ejercicio salir de un@ mism@ y reconocer a los demás. El amor hacia los amigos en una larga tarde de charla delante de un café con leche humeante en un bar repleto de gente; o con la familia jugando con los pequeños en el suelo lleno de cachivaches en el comedor de casa; hasta con los compañeros de trabajo, compartiendo unas risas de buena mañana al entrar en la oficina, aún en los días de peores problemas. El amor es la emoción que funda lo social, dice Maturana. El interés genuino por los que comparten nuestro tiempo, hace que el resto de nuestras preocupaciones se vean más pequeñas, menos importantes, más livianas. En lugar de pre-ocuparnos, es decir de ocuparnos antes de la verdadera ocupación, destinemos nuestro tiempo a crear nuevas oportunidades, y en esa creación, amemos aquello que nos ocupe. Amar es llenarse. De regalo, podremos abordar las dificultades con más fortaleza, apoyados por las redes que habremos tejido con nuestro amar diario y consciente.

Traslademos esto a las organizaciones en las que vivimos, pues esta manera de concebir el amor nos permite poder contemplarlo en su sino, y reforzar los lazos del trabajo para hacerlo mejor y más a gusto. O seria demasiado atrevido en estos tiempos que corren decir felices?

Post de: Eulàlia

2 comentarios:

Ester dijo...

¡Oh, qué buen post te ha salido a raíz de aquellas terribles definiciones de amor del DRAE!
:)

Abrazo grande.

BLOG de Direccion y Desarrollo de Personas dijo...

gracias Ester, mi buena amiga.