31 de julio de 2011

Modelos

La primera vez que alguien me habló de modelos haciéndome totalmente consciente de ello, fue en el curso de dirección de personas que originó este blog. La tarea, esa tarde de otoño de 2007, sentados en círculo y al son de una música de meditación, fue buscar referentes en nuestras vidas profesionales y personales, en una parada para mirar atrás y aprender de lo vivido.

Por aquel entonces, estaba yo en pleno cambio profesional, asustada y emocionada por emprender un nuevo viaje. Me sirvió escribir los nombres que reconocí en mi memoria como las personas más influyentes en diferentes ámbitos de mi vida y a las que rendí un secreto homenaje a partir de entonces. Mejor dicho, aproveché para darles las gracias directamente unos días más tarde a algunas y veneré a los que, como mis abuelos maternos, ya nos habían dejado unos pocos años atrás. Cuánto había de ellos en mí, y qué bello haber heredado lo mejor, lo más valioso, el cómo ser persona. Un gran triunfo en sus vidas fue haber dejado perdurar en nosotros su legado.

Plasmar en el papel las respuestas a preguntas tales como: qué era lo que te llamaba la atención de su manera de ser, cómo se dirigían a ti, qué admirabas o qué te gustaba de ellos, cuales eran sus cualidades, porqué motivos te fijaste en ellos, me ayudó a entender cómo actuaban y aprender aún más de ellos.

Y es que copiamos inconscientemente maneras de hacer y ver la vida, desde las que nos muestran nuestros padres, nuestros amigos o las personas que conviven con nosotros en una organización. Y precisamente en las organizaciones, conviene elevar de lo cotidiano y mostrar, los mejores comportamientos, las best practices tan gastadas, que, a parte de reconocer la gran labor de algunos, ayudan a los demás a reflejarse como en un espejo para rellenar los gaps que distancian las prácticas habituales de las mejores. Hacer a las personas conscientes de esto para que no pase desapercibido y se retroalimente, es una inversión de amplio retorno, tarea imprescindible para una cultura que se quiere cambiar, y recurso inagotable para mejorar.

Así pues, piensa en alguien que haya sido un referente para ti. Recuerda cómo hablaba, qué tono de voz usaba, como eran sus gestos, cómo se relacionaba contigo. Puedes pensar también en un triunfador (para ti) en la vida, y reflexionar en cómo ha logrado y qué le ha llevado hasta el éxito. Coge de ahí lo que desees y hazlo tuyo.

Me gustó especialmente un ejercicio de un libro de PNL (Introducción a la PNL de Joseph O’Connor y John Seymour) a la hora de analizar la estrategia que sigue un modelo particular en que te hayas fijado. Se trata de imaginar que estás leyendo éstas líneas con la voz de esta persona, adoptando su postura sentada frente a la pantalla, y escuchando cómo enlaza las palabras. Simplemente deja que lea él o ella por ti. Hazlo, empieza el párrafo de nuevo. ¿Sientes que es diferente leerlo desde su posición? Seguramente será revelador este momento, porque durante el mismo estarás actuando como ella y te acercarás más a su modo de ver el mundo y de ser.

“No sabemos como las cosas son.
Sólo sabemos cómo las observamos
o cómo las interpretamos.
Vivimos en mundos interpretativos.”

“No sólo actuamos de acuerdo a cómo somos,
(y lo hacemos),
También somos de acuerdo a como actuamos.
La acción genera ser.
Uno deviene de acuerdo a lo que hace.”

(Principios de la  Ontología del lenguaje, de Rafael Echevarría)

Al escudriñar en un modelo, según la PNL, uno debe identificar entre otras cosas, cuales son las creencias en las que basa su modo de operar. Si consideramos tomarlas como propias, éstas también modificarán nuestra actuación en la vida o el ámbito en que las queramos circunscribir. Este es un gran punto de conexión con el coaching ontológico, aunque trabajando las creencias de un modo distinto. No olvidemos que son las brújulas de nuestro navegar.

Siguiendo este precepto, en Norteamérica se hizo un programa de radio ya en los años 50 y posteriormente un libro, que viene a exponer en cada una de sus páginas las creencias de grandes personas (aunque leo que también lo hicieron con personas corrientes y el programa tuvo más éxito aún). “Lo que mueve mi vida” ( edita Jay Allison y Dan Gediman) es la llave de lo más hondo del operar de esas personas. Aunque a mi juicio un tanto saturado de cultura americana, su lectura sirve para adentrarse en las entrañas de cada uno, abiertas de par en par,  una manera rápida de aprender de otros y pie para ponerte a pensar cual sería la página de tu mismidad, tu credo para finalizar en  “This, I believe”.

Ahora me acuerdo de tantos y tantos personajes que nos citaron en clase de historia, en religión o literatura, y cómo ahora me aparecen de nuevo brillando, aunque demasiado difusos para volver a aprender de ellos. Cuánto hubiera agradecido que mis maestros me hubieran hecho dar cuenta que no eran nombres y fechas solo para memorizar y sacar buena nota, que ése no era el objetivo último, sino que era para desempeñarme mejor en la vida, y que por tanto, sólo debía observarlos y conocer cómo actuaron, porque eran otros que, como nosotros aunque en circunstancias diferentes, afrontaron su vida en este mundo de manera sobresaliente. La trayectoria que siguieron, nos abre paso a nuestro propio camino, indicando por dónde salir adelante y trazar un plan para conseguir ser lo que queramos ser.

Casi al final de ese mismo curso nos hicieron buscar un personaje conocido, que fuera para cada uno un modelo y a la vez un símbolo que resumiera y nos recordara la persona en que nos gustaría convertirnos, que ya somos y estamos en camino de alcanzar. Cuando te encuentres en una encrucijada, puede ser un recurso pensar, ¿qué hubiera dicho o hecho él o ella en esta situación? Dian Fossey, la primatóloga que dedicó su vida a la conservación de los gorilas de montaña de Los Virunga y que murió en manos de cazadores furtivos, nada tiene que ver con esto ahora, pero fue el personaje que elegí. ¿Cuál elegirías tu?


Post de: Eulàlia